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El mundo sin Gadafi


Hasta hace muy pocos días, la revolución de Libia parecía camino al fracaso. Las tropas rebeldes, indisciplinadas y sin una dirigencia clara, no lograban romper las líneas del dictador Muamar al Gadafi. Y en las cancillerías de Londres, París y Washington, las capitales más comprometidas en la campaña, cundía el pánico ante lo que parecía una aventura bélica sin final a la vista.

Pero en menos de 36 horas, Trípoli se desplomó. La capital de Libia, que para Gadafi iba a ser “la tumba de los mercenarios, de los traidores y de las ratas”, no resistió. El anillo de acero que había anunciado el dictador se rompió el 20 de agosto, y esa noche, en las mezquitas de Trípoli, después de los rezos del Ramadán, muchos jóvenes empuñaron las armas y gritaron consignas hostiles en las propias narices de Gadafi. En pocas horas la bandera roja, verde y negra de la rebelión flotaba sobre la Plaza Verde, ahora de los Mártires, en pleno centro de la capital.

El paso decisivo
Todo había comenzado en febrero, cuando una manifestación en Bengasi, convocada en medio de la ola de protestas que atravesaba al mundo árabe, fue brutalmente reprimida por las fuerzas gubernamentales. Lejos de mantener una actitud pasiva, los rebeldes libios pasaron a la acción, y Gadafi no tuvo inconveniente desde el principio en desatar sobre ellos la fuerza de su Ejército, con tanques, artillería y cazabombarderos.

Apple arranca hoy una era incierta...


Steve Jobs (1955-2011). Así lució la página ‘web’ de Apple a los pocos minutos de conocerse sobre el fallecimiento de su carismático cofundador y ex presidente.
La imagen del magnate de la tecnología, en tono pensativo y con su físico aún no afectado por el cáncer de páncreas, acompañaba la leyenda póstuma.
Difícil de comprender, complicado para trabajar, y considerado irreemplazable por muchos, Jobs hizo de su vida un constante desafío tanto a las convenciones como a las expectativas establecidas. Pese a años plagados de señales de mala salud, su renuncia a la Presidencia Ejecutiva de Apple; en agosto, causó un estremecimiento en todo el mundo.
Los mercados, en ese momento, recibieron la noticia de su renuncia como un balde de agua fría: la segunda compañía del mundo por capitalización bursátil, en excelente salud financiera, caía más del 5% en los intercambios electrónicos tras el cierre de la Bolsa de Valores de Nueva York.

El vuelo de Larriva no estaba planificado


La depresión deterioró la salud de Federico Gortaire y falleció un año y medio después del deceso de su hijo, el teniente coronel Marco Gortaire. El oficial murió la noche del 24 de enero del 2007, junto con cuatro militares; la entonces ministra de Defensa, Guadalupe Larriva; y su hija Claudia.
Jhoconda Padovani es madre del coronel y dice que “a él le ordenaron que acompañara” a la Ministra. “No es cómo dicen que él pidió irse. Dónde se ha visto que un teniente coronel pida y los generales digan sí”, sostiene.

56 meses sin hallar responsables de la muerte de Guadalupe Larriva


Dos días antes de su muerte, el militar llamó tres veces a su madre y pidió la bendición. Luego, el nombre del capitán Hugo Acosta apareció en los canales de televisión que anunciaban su deceso, la de cuatro militares más, de la ministra de Defensa, Guadalupe Larriva, y de su hija Claudia.
Olga Rubio llora al recordar a su hijo y esas escenas del 24 de enero del 2007. Esa noche, dos helicópteros militares Gacela colisionaron en las proximidades del aeropuerto Eloy Alfaro de Manta.
Ayer, Rubio y los familiares de los fallecidos llegaron a la II Sala Penal de la Corte Nacional de Justicia, norte de Quito. Allí se desarrolló la audiencia preparatoria de juicio en contra de 11 militares que por este hecho fueron acusados de homicidio inintencional por, supuestamente, permitir el vuelo de la Ministra y su hija.

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